15 septiembre 2011

Cuatro: fin de semana en la cabaña


Se viene el fin de semana y Cristian me dice con una sonrisa:
-Alquilé una cabaña para que vayamos juntos.
Percibe la sorpresa en mis ojos y agrega:
-Quiero tenerte para mí todo el fin de semana.
Pongo reparos. Nunca salgo como Laura de las cuatro paredes de mi departamento o del suyo. Él insiste, trata de persuadirme de todas las formas, me ofrece todas las garantías de que nadie nos descubrirá. Sabe que esa es mi principal preocupación. Que alguien sepa de mi doble vida. Eso me aterroriza.
Como siempre, al final cedo. Viajamos en su auto, salimos de madrugada, nadie nos ve. Yo visto un jean muy ajustado, zapatos con taco, blusa y suéter. En la ruta cruzamos otros autos pero es imposible que distingan quién soy.
La cabaña es muy privada, alejada de todo. Me quedo en el auto mientras Cristian arregla con el encargado, le paga, recibe la llave.
Vuelve con una sonrisa.
-Todo perfecto -dice.
Llegamos a la cabaña de troncos rodeada de un bosquecito, ahí nomás está el mar. Hace frío, nadie visita este lugar en esta época.
Bajamos las valijas, entramos, Cristian cierra la puerta con llave, me mira con su eterna sonrisa. Ahí estoy, como Laura, a solas con un hombre, lejos de todo.
Cristian me abraza, me besa, y me dice al oído:
-Te voy a recontra coger todo el fin de semana. Te voy a hacer más mujer que nunca.
Vuelve a besarme, me mete mucho la lengua, me manosea el culo. Y yo me entrego. Acepté venir, y sabía que esto iba a pasar. Me va a recontar coger todo el fin de semana, y voy a ser completamente mujer para él.
Cristian no pierde el tiempo. Frenético, sin dejar de besarme, se desabrocha los pantalones y caen a sus tobillos. Quiere poseerme allí mismo, en la sala de la cabaña.
Sus manos nerviosas me desabrochan el jean, es tan ajustado que le cuesta bajármelo. Tironea un poco, lo baja apenas lo suficiente para dejar mi culo al descubierto.
Me hace girar con violencia. Me apoyo en la mesada de la cocina, quiebro la espalda. Cristian me corre la tanga a un lado, con los dedos de una mano abre mis nalgas, mi orificio anal queda al descubierto.
Se escupe en la mano, me pone un poco de saliva y me penetra.
Grito al sentir la cabeza que se abre paso. Pocas veces lo ví tan caliente. Su carne se hunde en mi esfínter que cede, en un segundo ya tengo alojado su miembro bien adentro.
Me bombea sin piedad. Lo siento jadear y gruñir como un animal. Yo le entrego mi cuerpo para su satisfacción.
Raro en él, no puede contenerse y acaba. Una parte en mi recto, pero enseguida la saca y dice “la boca, la boca”.
Velozmente caigo de rodillas, me como su miembro, tiene gusto a mi culo. Sobre la lengua recibo el resto de la acabada. La saboreo, y la trago.
Para él fue tan intenso que le tiemblan las piernas, busca apoyo en la mesada. Yo me pongo de pie, voy hacia el baño a limpiarme pero él me toma de la mano.
-No, quedate así, con un poco de leche adentro del culo.
Tiene esas cosas raras que para mí carecen de sentido, pero le doy el gusto. Me acomodo la tanga, me subo el jean. Después le subo el pantalón a él, le acomodo delicadamente el miembro en reposo.
-Va ser un fin de semana increíble -me dice con un beso.




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